Como en Homeopatía los terrenos son el medio en el que se desarrolla la enfermedad pero al mismo tiempo donde operan los remedios, en Ninjutsu estos lugares de especial vibración son donde se desarrolla el enfrentamiento de cualidad, pero también, según enseña Masaaki Hatsumi, donde debemos esperar al último momento antes de rematar, con la diferencia de que "rematar" se considera aquí, más que un remedio que cura, una desgracia que conduce en último término a la eliminación del contrario.
No solamente en la defensa sino también en la vida esperar resulta pertinente ya que te permite evitar, eludir y proponer. El que espera puede además desaparecer, corregir y finalmente acertar. El otro, el que se desespera pondrá en marcha una cadena de errores que inevitablemente le llevarán a fracasar o a morir antes de tiempo.
Fue al final de agosto de 2013 cuando los ninjas me enseñaron estos terrenos, no porque no los conociera sino porque no los había visto nunca bajo esa cualidad. Estuvimos el miércoles en la playa del Billullo y el jueves en el monte de La Esperanza. El primero de día y el segundo de noche, uno en el agua y el otro en la oscuridad y el silencio. En ningún caso sospeché que terminaría como lo hice: en el primero luchando en el agua y en el segundo camuflado en la oscuridad más absoluta.
En el agua aprendimos a divertirnos y a utilizar cualquier recurso como la camiseta, por ejemplo, para someter al oponente y en la oscuridad a usar el tacto para adivinar la posición de sus miembros y deducir el resto, también a fundirnos con el oponente en solo uno, de donde había dos aparentar solo uno, también a inmovilizarlo, silenciarlo y si conviene a eliminarlo.
En el agua aprendimos a valorar el arrastre, a ver venir la ola e incorporarla a nuestra estrategia, en la noche a colocarnos respecto de la orientación, de las zonas oscuras y de las de penumbra.
Tanto en un terreno como en el otro, nos quedo claro el concepto de "intención" es decir la determinación de ir allí a donde queremos con plena consciencia, de manera que los movimientos obtengan el rendimiento exacto que buscamos, dirigiendo el "bō" a el tobillo, a la rodilla, a la canilla o a la cabeza, de un lado o del otro según la técnica y la intención.
También aprendimos a mimetizarnos con el entorno, a sostener la tensión, a practicar la calma, a controlar la agitación del corazón mediante la respiración, a escuchar el silencio, los ruidos: como el viento o el arrullo de las copas de los árboles, para saber cuando movernos sin ser advertidos.
Estuvimos allí hasta la negra noche, hasta que se hizo difícil distinguir nuestras propias siluetas, luego emprendimos el camino de regreso en total oscuridad, levantando los pies para no tropezar con las raíces, acortando el paso para conservar la estabilidad y posando cada pie en el suelo como si toda nuestra intención de no caer, radicara en la planta de cada pié, así anduvimos campo a través hasta encontrar el camino principal, no sin habernos desorientado brevemente en un par de ocasiones.
No se para los demás ninjas pero para mi fue la noche más mágica de las que recuerdo haber experimentado en toda mi vida y en otro plano ya más personal, la mejor despedida de Pau de todas las veces en las que por una razón o por otra nos hemos tenido que decir adiós y en la que sin saberlo formulé allí mismo un deseo: que algún día podamos entrenar juntos en el dojö del Maestro en Japón.
Perico RC en Los Pescaditos a 30 de agosto de 2013.
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